Practicábamos el arte del silencio
entre los grandes glaciares
que penetraban nuestras sombras,
mientras nos mirábamos fijamente,
devaneciéndonos,
sintiendo el frío en cada vértebra ,
sintiéndonos,
creyéndonos morir.
sangrantes, vacíos de aire, llenos de icebergs...,
Me gustaría no morir todavía,
robar un segundo más
y después reirme de los mapas
que jamás descifrarías.
Vomitaré el veneno del vaho,
que dejaste sobre cada milímetro cúbico de sangre,
que impregnó las ventanas -discretas-,
Arrancaré de las cortezas de los pinos laricios
cada surco que no hicimos,
cada golpe de espalda,
cada carícia de fuego,
tierra
y vino blanco.
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