Vencer el echo de esas ideas que
te llegan en la madrugada con la única respuesta que puede darte el silencio,
vencer la duda de saber que no puedes tomar a voz de nadie para ser correspondida
ante la duda de saber a donde van todos
cuando mueren.
Estar en esta perpetua línea
flotando ondulantemente sin destino, o tal vez con uno.
Andar sin saber hacia donde vamos.
Andar sin saber hacia donde vamos.
Despertar por la mañana con esa
impresión de que hoy es día de respirar los aires que viajan desde Portugal y
te hacen recordar. Tal vez sea por extrañar a un ente físico, tal vez es
extrañarte a ti misma de alguna manera, por que todos morimos en diferentes
ciclos de nuestra vida.
Las viejas heridas no vuelven a
abrir, son laceraciones permanentes que están redundando, que buscan los
momentos definidos para posar y
expandirse en recuerdos, las etapas y los ciclos que en algún momento cerraste
y en los que de alguna manera moriste también.
Creo que los seres humanos agonizamos en mas de una ocasión, sucumbimos
y morimos continuamente en un juego donde las muertes mas graves y hondas son
aquellas que se aguardan en los recuerdos de cuando alguna vez fuimos niños.
Son maneras de morir.
Escuche en algún momento que las
mariposas nocturnas que habitan en los sótanos o bajo los muros, que mas bien
para mi son polillas muy grandes, significaban
la muerte de alguien en un tiempo muy cercano.
Esta noche escribiendo en la
terraza, junto al café y el humo de un cigarrillo, me comienzan a acompañar unas diez de ellas, hay
algunas muy oscuras con pigmentos
claroscuros que se desprenden al tocarlas, la verdad,¿ que haces?, No esta bien
inquietarse. Llegan en pares a hacer compañía ,de las cuales tal vez diez de ellas son momentos de esta noche ,en los que mi mente se
desvanecerá y morirá lentamente en los recuerdos que ahora arden desde que
desperté por la mañana, desde que me prepare el café colombiano que me envió Fernando por última vez por paquetería. Tratas
de prepararlo lentamente para consumir su aroma y nada se desperdicie de él,
tratas de dar el primer sorbo y sonreír con los ojos cerrados bajo el efecto
del recuerdo, pero no; es como inevitable, ante los sentidos, das el primer
trago y toda la vida se te viene en tragos de lagrimas sin control, café con
sal, y lagrimas, así pasa, hay días que simplemente, el café sabe a sal.
Dios al parecer no quiso que
fuera un rayo de sol, tal vez por que no soy suficiente poco humano para poder
ser tal cosa, por que espera a que llore, por las rozones por las cual tuvo que
morir.
Soy el siguiente acto que espera
entre vestidores, con un leotardo oscuro que se desvanece entre las sombras,
dejando mis pierna y mis brazos, como piezas descolocadas en el universo. Mi rostro y sus extremidades pegadas en un tronco imaginario. Teatro negro, mis ojos son el marcapasos, de un
sinfín de preguntas que no pueden ser respondidas, y todo se calla en mi boca
roja, pintada con la sangre que no tengo.
Soy una polilla que solo quiere
compartir luz y dejar de ser una infame superstición.
Soy solo un insecto tratando de
salir de la noche. Solo me quedo pegada en las hojas de las letras sin sentido . Porque no hay otros.
No esperes que grite, no esperes
que mienta, no esperes que muera por mí, no seas igual de divino que Jesús.
No te queda, nos queda mas, ser así,
indecentes sin perder la elegancia.
No me mandes mas polillas
gigantes esta noche que volaticen en tiza,
y yo me quede aquí aun así sin una respuesta con la taza de café colombiano que
mandaste por septiembre cuando llovía igual que el día que me dejaste aquí, con
las dudas entre los labio, y los ojos de polilla que miran al cielo y respiran
a Portugal.
Te extraño.
T.
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