domingo, 29 de julio de 2012

Microcuentos II.

Era un tipo magnético. Pero enseguida cambiaba de polo.


Y un día, Caperucita dejó de temerle al lobo... y él no supo qué hacer


Los encontraron muertos a todos; ella los había salvado.


Celoso y harto del cocodrilo, el camaleón decidió patentar sus propias lágrimas


El pingüino emperador se suicidó derritiéndose junto al hielo de su palacio


El sepulturero agradeció al Presidente la promesa de darle más trabajo.


Un mal día terminará por embriagarse con cloruro de potasio. No habrá resaca


Soñé contigo: estabas dormido soñando que yo estaba dormida soñando contigo


Nada me quiere. Se tiró por el precipicio. El abismo se hizo a un lado, evitándolo.


Al perder su octava vida, el gato suspiró y dijo: "Esta es la 
última vez que me enamoro".


Fue doblando la mariposa hasta convertirla en hélice...


Y vomitó las mariposas que revoloteaban en su estómago.


En realidad no tenía el corazón tan grande: la herida lo mantenía inflamado.


Él se llamaba "tiempo" y ella "espera". Ninguno de los dos tuvo funeral.


En mi estomago vive un dinosaurio que se enoja cada vez que tengo hambre. Lo estoy escuchando


Trece mil setecientos millones de años después el diablo entendió el chiste, pero ya no tenía gracia.


La combustión espontánea lo salvó de la vergüenza de la eyaculación precoz.


Ese día volvió temprano a casa, y descubrió que sus nervios no eran los únicos que lo traicionaban. 



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