Hoy el nudo en la garganta se convirtió en lágrimas. Hoy caminando después del desayuno pensé en el país pobre en el que vivo. Pensé en el país torcido en el que viven mi familia y mis queridos amigos. Pensé en el país dolido al que viene mi prima en unos días después de una larga cocción en el vientre de mi tía Marta.
No me tranquiliza pensar que siempre ha sido así, no me tranquiliza pensar que tenemos el país que merecemos, no me tranquiliza intentar encontrar culpables. Fraude, compra de votos o falta de opciones, no dejo de pensar que el país queda en manos de las fuerzas mas oscuras: narcotráfico, retraso educativo y medios de comunicación tiránicos, omnipotentes. Un pueblo sometido, condenado. Nos tocó bailar con la más fea. Estoy enojada.
Hay rumores, si acaso lejanos, si acaso rumores, algunos hablan de revoluciones. No tengo claro a lo que se refieren. Si hablan de armas no sé a qué se refieren; no conozco el olor de la pólvora y espero nunca conocerlo.
Propongo, sin embargo, que seamos un pueblo difícil de gobernar. Y no nos engañemos, un pueblo indiferente es un pueblo dócil y fácil de manipular.
Seamos difíciles de gobernar por cultos, trabajadores y sanos, invirtamos en lo que cuenta. Seamos difíciles de gobernar por fraternales: capaces de asociarnos y de contagiar y ser contagiados por ideas novedosas y creativas. No perdamos el interés, es nuestro derecho de nacimiento, podríamos olvidar que el país nos necesita, pero no podemos olvidar que los nuestros nos necesitan. Seamos difíciles de gobernar, ingobernables si la situación lo amerita.
A los que nos duele no hemos de pasar por alto el dolor, de las heridas pueden nacer flores. Hoy tenemos derecho a la tristeza y también tenemos derecho (siempre lo hemos tenido) de que la nación se queme de nuestro espíritu.
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