sábado, 18 de agosto de 2012

La solución lo esperaba con una cerveza en un escenario apocalíptico de hojas volátiles.



Despertar por la mañana, a eso de las 5:30 am, para un ritual inútil de convenios con la imagen semi-desvelada, parece un trabajo casi imposible,  donde uno trata de darse rehechura y todo resulta inútilmente igual. Para eso encender la radio es otro ritual, siento que me re-programa inconscientemente, para  estar un paso adelante informada y no ser parte  de la epidemia  zombi que se sufre en una facultad donde las noticias, son únicamente  los adelantos de lo que se ha estado leyendo durante la semana en los libros de medicina. Hay que enterarse de lo que sucede y al mismo tiempo, amenizar esas horas que son mas  madrugadas que amaneceres  y que se envuelven en el silencio, y se burlan del sueño queriendo atrapar con las sabanas de nuevo, frente a un escenario que pinta con canciones de cuna mentales y los únicos  deseos  de esos momentos que  son  deseos de cama tibia.

Ese día por fin  era viernes, como siempre saliendo un poco tarde, abrí la puerta del coche de mi papá para subirme de el lado del copiloto, y poder ir a la escuela, todo lo que puedo decir, es que en esos momentos, parecía haber un extra de copiloto en el asiento supliéndome .Todo es muy oscuro a esa hora, lo único que  percibía entre relieves en el asiento, eran montañas de carpetas, valijas, envolturas y la cantidad necesaria  de ingredientes que me harían retardarme aun mas. No se por qué tengo la manía de dejar siempre las cosas que traigo en las manos, en el techo de el automóvil, para hacer cualquier cosa, ya sea  inútil o muy necesaria y terminar dejando ese “objeto” importante con una seguridad inconsciente asombrosa; como si el objeto por si miso fuera a  evolucionar, mutando  pequeñas manitas o chupones adheribles para sostenerse durante el camino, increíble es no recordar si quiera que traía yo algo en la mano.
Pero por fin moviendo ya todo el personaje de objetos,  me siente en el auto, cerre a puerta, y mi papá con una ultima pregunta antes de iniciar la marcha  ¿Lista, no olvidas nada? .Y por supuesto, que claro, que le dije que no.  Yo en esos momentos de mono carburación, le asiento con la cabeza y después le niego al mismo tiempo, y su seño de des concertación, dice:
-Pues vámonos entonces.
El enciende el auto, y yo recuesto la cabeza  en el asiento mientras  cierro los ojos , como tratando de recuperar el sueño de hace unos minutos, mientras mi papá sintoniza el noticiario.
Esta Griselda Torres Zambrano al aire, informando sobre los ni tan nuevos acontecimientos inútiles sobre el ascenso al precio de los camiones, cuando, de repente se interrumpen entre locutores, para informar de un evento poco afortunado pero que alarma de inmediato.
-Nos encontramos sobre periférico, en uno de los puentes peatonales, aledaño a una de las colonias cercanas a la  preparatoria numero 15.Un hombre de aproximadamente 35 años de edad, se encuentra arriba de el puente, luciendo en  un estado de confusión aparentemente  en estado ebriedad, y nos comentan paramédicos de la cruz verde que posiblemente también bajo efectos de algunas drogas. El hombre  amenaza con soltarse y terminar con su vida. Dice el reportero.
Claro que abrí los ojos en ese momento en el que venia dormitando, por que me encontraba a unos metros de esa misma dirección, en donde reportaban a un  hombre eufórico, apunto de arrojarse al precipicio. Subí el volumen de la radio, y a lo lejos se veía una multitud de autos, gente señalando, gritando: ¡Se va a arrojar! Estaban también los policías, y un camión de bomberos. Y bueno allí dije, definitivamente hoy no llegamos temprano.
Abemos personas que despertamos “temprano” para intentar llegar a tiempo, y hay personas que madrugan tambien para regalarnos el primer espectáculo de caos por la mañana.
-Se va a aventar, dijo mi papá.
-Préstame tu celular, el dije yo.
-Se encuentra en estado de ebriedad, decían en el radio.
Y la gente pues gritando, parada en seco totalmente, ya sin interés de avanzar para ir a sus trabajos. Sacan fotos, se fomenta el morbo.
El escenario parecía una catástrofe al estilo fin del mundo, había hojas de papel por toda la calle, revoloteando, como si un tornado hubiese pasado, y el apocalipsis estuviera adelantándose a nuestras pesadillas.
Ese hombre que desde hace unos minutos se encuentra arriba de uno de los puentes peatonales,  se abalanza y se entume, se abalanza y dice que se va a soltar, lo asegura, lo reitera y lo jura por la virgen de Guadalupe.
Provoca  un juego de nerviosismo para todos, los autos inclusive se detienen, se estacionan, y se ponen a mirar, como lo hacen a las afueras del aeropuerto para mirar los aviones pasar. Se siente una caída libre en la boca del estomago en todos los espectadores cuando se aprecia a el hombre  etílico de las alturas.
Yo pues cloro, debía llegar temprano a clases, mi papá claro, no se iba a detener, y con esa sensación de incertidumbre desesperada por saber que iba a suceder, mi papà esquivo  a un auto que distraído,  el conductor anonadado igual que la multitud casi nos hace chocar.
-Sabes que, hay que moverse de aquí, esto esta de locos. Dijo mi papá con un tono aturdido, mientras acelero ágilmente, esquivando a los automóviles, con vueltas maniobrantes, yo veia un  escenario pasar y quedarse atrás, con la conmoción, de que ni sabia que  lo iba a pasar con el hombre suicida y tampoco  iba a llegar temprano, y seguía sin entender porque la gente que pasaba en su coche volteaba rápidamente a ver el auto de nosotros cuando pasábamos.
Subí  el volumen de la radio, para saber que es lo que sucedía con aquel hombre  y nos explicaba el reportero que por fin, un par de paramédicos lograban acercarse, mientras la esposa del hombre gritaba desesperada bajo el puente por su marido, según nos narraban por el noticiario.
-¡Por fin! Se han acercado a él y no me lo vana creer, pero en sus manos llevan una hielera con cervezas. Si, cervezas.
Poco a poco el hombre confundido, ebrio y entumido por abalanzarse mas de una hora, accedió a bajar, por la grandiosa razón de saber que si lo hacia,  iba a degustarse unas sabrosas “chelas heladas”, para  olvidarse del mal rato y para el susto tal vez.
-¡Lo bajaron con unas  cervezas! Jajaja. Le dije a mi papá.
Y entonces comprendí, que ese escenario en la carretera, que lo hacia ver espectacular  con el detalle especial que lo disfrazaba de  apocalíptico, de hojas regadas  revoloteando por doquier, no era otra cosa que  mi libro en copias desojándose  de farmacología, que venia volándose por todo pleno periférico, cuando lo deje en el techo del automóvil.
Libros tan pesados, que tienen la curiosidad de no caerse completos, si no de adherirse bien a los techos mojados de los automóviles para ir deshojando su interior y hacer los dramas de ciudad aun  mas interesantes.

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