Insistir es inútil y El lo sabe, por eso acepta las condiciones que la mujer de los ojos verdes le impone y abre la ducha.
Mientras espera que comience a caer el agua caliente, va desvistiéndose y pensando en el tiempo incontable que pasó desde la última vez que compartió una ducha con Belen. Demasiado, piensa y se mete debajo del agua.
El agua sale realmente caliente y empieza el juego de quemarse y morirse de frío hasta encontrar el punto justo en este baño que le es ajeno, extraño. Se lava la cabeza, los brazos, el abdomen y continúa hacia abajo, quitándose todo lo que aún queda de la noche anterior con Florencia. Piensa en ella y se calienta. Sigue sin entender nada, todo lo que está pasando continúa obnubilándolo, y ahora le agrega la calentura por Flor en el baño de Belén, ese mismo baño donde su marido vendrá a ducharse algunas horas más tarde.
Ya limpio, cuando está por cerrar el agua, siente una corriente de aire que lo paraliza. Belén. Desnuda. La aparición cruel de una diosa a cuyos exterminios él rinde homenaje
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