La primavera va cayendo y la brisa empuja las moscas del tablero a la tierra -Sic tibi terra lebis , no te olvides de regar las plantas-, las fichas , todas permanecen inmóbiles.
Entre la silenciosa navegación de los barcos nubosos, hacemos guardia. De pronto un movimiento fuera de la posición inerte. Un leve deslizar derivado del morbo,que supone hacer resbalar la cera por la rugosidad más cercana y lanzarla hacia atrás. Unos dedos inquietos a la caza de la luz y el estallido sensitivo consecuente. No hay fronteras, el cosquilleo ha tocado tejido interno, ahora todos los nervios bailan vibrantes ante el nuevo estímulo. Con la rabia precisa, un alarido propicia la incapacidad de golpear con la fuerza necesaria la organización planetaria.
Perdón, ¿a qué jugábamos?
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