Una tarde de Danzón.

Domingo por la tarde en la explanada del expiatorio de Guadalajara, caminando desde Chapultepec recorriendo las calles viejas ,Domingo apropiado para repletarse de los olores  y la brisa que carga burbujas de jabón expulsados por las bocas de los niños que corren alrededor de una fuente cuyo centro parece un piña frondosa y alegre, como esta tarde que suena a Caribe resuena a puerto, a Puerto de Veracruz viajando al pasado al recorrer la explanada, la música y el espectáculo nos traslada a  1910 año de cuna, de inicio, es el antecedente de un baile que nunca morirá, es el danzón que suena  incandescente, que huele a explanada veracruzana y que llega rebuscado hasta la perla tapatía.

Es un día para pensar en lo que alguna vez nos propusimos, y  girar atreves del horizonte, presenciando  los trajes  blancos de lino y manta de los bailarines, parecen ser blancos como la espuma escrutada de la playa en El puerto de Veracruz.

Postrimería  del Danzón dedicado a Guadalajara, bailarines que perforan con sus pasos la sensibilidad de los allí presentes, si uno acompaña a la vista, junto a un tejuino con nieve de limón, se refresca el ambiente  de costa.

“Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir: te quiero, te adoro” es una de las piezas que mas gravadas nos quedan en la memoria, somos los espectadores, los que labramos con la visión el espectáculo  ,son los pasos de los enamorados, huelen a molida de café tostado, se presencian los amores clásicos de las parejas que desempolvan las telarañas, como se le sopla  a un libro viejo, porque es verdad, esta tradición, no muere, si no que se rejuvenece con  las zapatillas de tacón y los rebosos bordados, junto a una sonrisa de gozo que contagia el movimiento de mis pies mientras estoy sentada figurando aquel escenario.

El aire mueve los vestidos claros, algunos con flores, otros son simplemente blancos, yo traigo Convers, pero  no me importa, es un gusto mestizado, por el simple hecho de que todos ahí somos mexicanos.

Se hace una noche de danzón, es un gusto latino, las manos entrecruzadas, el de la cintura de ella, ella del hombro de él, una guía: el paso, una pasión: la música, y la sabrosura? Son las parejas jóvenes, la de los adultos y edades avanzadas, elegantes, aprendidos. Sillas en media luna, que resuenan con los aplausos y el temblor del estacionamiento bajo la explanada.

Los adultos nos enseñan a los jóvenes la secuencia del paso, esa logística latina que sabe como uno la entiende por que esos ritmos están inyectados en el corazón.

Después de un rato, ya como graduados nos sacan a bailar los experimentados, sacan a bailar a las morenitas, a las flaquitas, y a las gorditas. Un señor tae zapatos de pachuco

-A bailar flaquita, te enseñamos a bailar un sabroso danzón, sigue los pasos. A  bailar Flaquita.

Tradición y cultura, bravura, porque si no hay hombres suficientes que se animen a bailar, una pareja de animadoras señoras, danzan numerosas piezas, llegándose el reconocimiento de los presentes.

Uno, dos, paso adelante, tres cuatro, suena el arte del puerto Veracruz, esta tarde con burbujas en la planicie del suelo de Guadalajara, cinco ,seis, vuelta y paso a la derecha, el sonido marca el tiempo y los pasos revive la costumbre y la práctica.

Relieve Latinoamericano, contexto  Mexicano. Es el danzón de un domingo.

Trompeta y marimba, el arpa y los gritos jacarandosos, tu-tú y una mandolina, son los instrumentos que crean el lenguaje de un danzón el Domingo en la explanada del expiatorio en la ciudad de Guadalajara.