Una noche de luna media nueva y soledad, me adentré en un chat. Deseaba un rato de buena conversación. Siempre he pensado que la elección del nick te proporciona la primera criba cuando eres tú la que esperas que te elijan. Si te pones uno del tipo “alegre_conejita”, por ejemplo, ya sabes de antemano los privados que te van a llover y de qué calibre. Y yo buscaba una charla sensible y culta. Esa noche, sí. Tras un buen rato repasando mentalmente la lista de damas históricas y literarias, me pareció encontrar el alias idóneo para atraer al conversador deseado: Tosca.
Tosca es una de mis óperas preferidas, no sólo porque me encanta Puccini, sino porque las arias y la historia misma son de una fuerza arrebatada. Amor, celos, traición, lujuria y muerte. Una tragedia en toda su salsa. Y Tosca tan melodramática, perfecta para una noche de melancolía. Definitivamente, Tosca.
Recuerdo que no recibí demasiados privados. No me extrañó, la opera no es muy popular que se diga. En México, menos. De las invitaciones descarté aquellas que empezaban por “ola chiquita” o alguna grosería inclasificable y contesté a un “buenas noches, ¿te apetece charlar?” Me dio buena espina la corrección ortográfica. Adentrados en las presentaciones y las pertinentes preguntas, me resultó muy grato que no solicitara mi talla de sujetador. Oh, sí, cualquier mujer que haya chateado sabe muy bien la cantidad de veces que acaba cayéndote esa pregunta. Es de las más frecuentes. Esa, y si estás casada. No falla. Como se te ocurra decir que estás soltera, salen huyendo como demonios, los muy cobardes. No todos, claro está. De tanto en tanto, hay algún cándido que busca novia. O algún canalla que dice buscarla.
La conversación iba bien, no era para tirar cohetes, pero bien. Y en un momento dado, el hombre empezó a desfasar. Su cortesía inicial fue transformándose en un tono ramplón. Y a la incipiente vulgaridad le sucedió una sarta de frases soeces y zafias. No me lo podía creer, sobre todo porque yo no le había dado pie a semejante actitud. Y parecía tan educado. Estuve tentada de no contestarle siquiera y largarme de ahí. Pero no me lo llevó el cuerpo y como una fiera le puse firme. ¡Qué se había creído este cerdo! Y el señor reaccionó de una forma inesperada. Muy arrepentido, no dejaba de pedir perdón.
-¿Pero cómo te atreves a hablarme así?
- Lo siento muchísimo, te pido nuevamente disculpas. Creí que era eso lo que buscabas.
-¿Cómo dices?
- Sí, pensé que te gustaba que te tratara así.
- ¿Qué a mí me gustaba? ¿Y cómo demonios has sacado esa conclusión?
- Por tu nick.
Tosca es una de mis óperas preferidas, no sólo porque me encanta Puccini, sino porque las arias y la historia misma son de una fuerza arrebatada. Amor, celos, traición, lujuria y muerte. Una tragedia en toda su salsa. Y Tosca tan melodramática, perfecta para una noche de melancolía. Definitivamente, Tosca.
Recuerdo que no recibí demasiados privados. No me extrañó, la opera no es muy popular que se diga. En México, menos. De las invitaciones descarté aquellas que empezaban por “ola chiquita” o alguna grosería inclasificable y contesté a un “buenas noches, ¿te apetece charlar?” Me dio buena espina la corrección ortográfica. Adentrados en las presentaciones y las pertinentes preguntas, me resultó muy grato que no solicitara mi talla de sujetador. Oh, sí, cualquier mujer que haya chateado sabe muy bien la cantidad de veces que acaba cayéndote esa pregunta. Es de las más frecuentes. Esa, y si estás casada. No falla. Como se te ocurra decir que estás soltera, salen huyendo como demonios, los muy cobardes. No todos, claro está. De tanto en tanto, hay algún cándido que busca novia. O algún canalla que dice buscarla.
La conversación iba bien, no era para tirar cohetes, pero bien. Y en un momento dado, el hombre empezó a desfasar. Su cortesía inicial fue transformándose en un tono ramplón. Y a la incipiente vulgaridad le sucedió una sarta de frases soeces y zafias. No me lo podía creer, sobre todo porque yo no le había dado pie a semejante actitud. Y parecía tan educado. Estuve tentada de no contestarle siquiera y largarme de ahí. Pero no me lo llevó el cuerpo y como una fiera le puse firme. ¡Qué se había creído este cerdo! Y el señor reaccionó de una forma inesperada. Muy arrepentido, no dejaba de pedir perdón.
-¿Pero cómo te atreves a hablarme así?
- Lo siento muchísimo, te pido nuevamente disculpas. Creí que era eso lo que buscabas.
-¿Cómo dices?
- Sí, pensé que te gustaba que te tratara así.
- ¿Qué a mí me gustaba? ¿Y cómo demonios has sacado esa conclusión?
- Por tu nick.
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